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INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y MACRODATOS, ARMAS DE UNICEF

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Redacción Sentido Común

Los macrodatos y la inteligencia artificial son las últimas armas del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef) para ayudar a los 42 millones de niños afectados por crisis humanitarias en el mundo, dijo a Efe la responsable de tecnología de su Oficina de Innovación, Clara Palau.

“Nos reinventamos cada seis meses”, explica sobre su equipo, que trabaja desde hace prácticamente una década en el desarrollo de nuevas tecnologías, aunque la innovación “va más allá”, dice, al recordar como hace más de 30 años las bandas en los brazos que miden la desnutrición infantil “lo cambiaron todo”.

Ahora los macrodatos, o el enorme volumen de datos digitales de usuarios que proporcionan patrones, y la inteligencia artificial, o las máquinas con capacidades similares a las de los humanos, permiten “identificar, localizar y monitorear” los grupos que necesitan ayuda humanitaria y lograr una respuesta “más rápida y efectiva”.

“Se trata de datos ya recogidos, que no necesitan un esfuerzo adicional, y que nos ayudan a disponer de información en contextos cambiantes, como las emergencias, casi en tiempo real”, asegura.

Las máquinas, por su parte, pueden aligerar enormemente cometidos como, por ejemplo, “analizar las fotos por satélite para comprobar como es una zona, si está destruida, o se puede sembrar” y que “ahora se puede efectuar de manera automática”.

Con estas innovaciones tecnológicas, Unicef ha creado una herramienta que está dando muy buenos resultados: “Magic Box”, una “plataforma digital en código abierto que combina los macrodatos y el aprendizaje automatizado para recopilar información con objetivos humanitarios y sanitarios”.

Se utilizó por primera vez en 2014, con la pandemia del ébola en África Occidental: “se establecieron patrones de los movimientos diarios de la gente, lo que en una epidemia es muy útil para optimizar una respuesta, y volvió a utilizarse en 2015 con el zika”.

Se trata en su mayoría de datos procedentes de telecomunicaciones (el 66 por ciento de la población mundial tiene móvil), pero no solo; también los hay financieros, de aseguradoras o de reservas de billetes de avión, como los que proporciona la compañía española Amadeus, una de las grandes del sector.

“Combina diferentes fuentes de datos, del sector privado y público, siempre transparentes, para que pueda acceder todo el mundo”, explica Palau, al destacar que entre los socios de Unicef figuran también Facebook, IBM o Telefónica, “con la que hemos podido colaborar en Colombia para crear un censo dinámico muy útil en casos como desastres naturales”.

Los datos que utiliza Unicef, “sólo agregados, nunca individuales”, matiza Palau, no se limitan a ayudar en las emergencias, sino también en los programas humanitarios, “mapeando escuelas y conectividad, lo que permite planificar mejor el esfuerzo con los servicios de educación”.

Un proyecto pionero se está desarrollando en Irak, donde Unicef, el Gobierno iraquí y la compañía de telecomunicaciones Zaín se han unido para superar los métodos tradicionales de medición de la pobreza (costosas encuestas, casa por casa) con datos móviles y imágenes por satélite.

“En Irak no se ha hecho un censo en años, pero con la penetración tecnológica de los móviles y las imágenes estamos logrando estimaciones precisas de la pobreza que pueden ayudar mucho a la eficacia de la respuesta humanitaria”, explica.

Entre los logros de los que Palau se siente más orgullosa figura un mapa de geolocalización de escuelas en Kirguizistán o el trabajo “muy cercano con todos los ministerios de Colombia” para utilizarse en programas nacionales.

Lo último en lo que se han embarcado Palau y su equipo, un grupo de ocho personas compuesto por científicos de datos, desarrolladores informáticos y expertos en relaciones con instituciones, es un fondo de innovación para apoyar startups y nuevas ideas en países en desarrollo, “siempre en código abierto”, para que se puedan “utilizar esas experiencias, adaptándolas, a otros países”.

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