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YO, FEMINAZI. O EL DÍA QUE DEJÉ DE SER MADRE

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Iveth Serna

En mi familia nos tragamos a los hombres. Los engullimos en un acto ritual que llevamos celebrando por más de cinco generaciones. No es que los odiemos, al contrario, los reconocemos y respetamos desde la diferencia de la otredad. Pero cuando se vive en un matriarcado generacional, hay ciertas lealtades que no pueden romperse y hay estructuras que no pueden ser aceptadas, el patriarcado, sobre todo.

No es un acto natural que una mujer sea madre, acaso, se trata de una particularidad biológica, tan importante como si se orina por el pene o la vagina. Nuestra condición de hembra biológica y mujeres, desde la concepción cultural tradicional, va más allá de la simple sujeción existencial a un mandato que excede nuestro propio deseo; “engendrar vida”.

¿Me considero feminista? No. ¿FemiNAZI? ¡Por supuesto! Asumirme como femiNAZI es hacer frente a los sectores patriarcales más conservadores que usan el termino no solo para deslegitimar la lucha por el reconocimiento de las diferencias propias del sexo/género, sino que nos ancla a una concepción de revuelta violenta y aberrante. Como si la lucha por librarnos de la sujeción sea aberrante y, ojo, en las sociedades democráticas a los NAZI se les combate y México es orgullosamente democrático.

Durante una semana he escuchado acusaciones que señalan la revuelta femenina como un reclamo desmedido, pero este señalamiento se hace desde la visión patriarcal-capitalista que ha explotado, invisibilizado y sometido a la mujer ¿Cuánto cuesta reparar el metro? ¿Cuánto cuesta limpiar el Ángel de la Independencia? ¿Cuánto cuesta la vida de una mujer? ¿Cuánto cuesta que se nos reconozca y respete desde la diferencia? ¿Quién puede poner precio a la libertad?

Hay que derrumbar los símbolos y centrarnos en los significantes de la falsa identidad de estados nacionales y endogámicos como el nuestro ¿qué significa ser mujer? ¿hacía que concepción que queremos marchar?

Si la marcha y sus aristas es moral o no, no lo sé, quizá en este país haya alguien con la suficiente autoridad moral para juzgarlo. Si los actos ocurridos son legales o no, tampoco lo sé, quizá en este país exista una autoridad capaz de discernir entre la justicia y la legalidad. Si la marcha y lo que ocurrió era necesario, sí, indudablemente.

Por ello, en un país donde un monumento extranjero de identidad nacional vale más que una mujer, prefiero mil veces ser femiNAZI que seguir solapando a un patriarcado que oculta su miedo detrás de las desacalificaciones, las sujeciones, de las violaciones y los feminicidios.

@DaliaSernaR1

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