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MI HIJO ES GAY Y LO AMO

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Juan Chávez

Silvia ha luchado «a brazo partido» en contra de todo, hasta de su esposo y padre de Edgar quien ya cambió su nombre y ahora se llama, «Romina, como la hija que siempre quise tener pero que nunca pude», Romina no pudo sostener más la frágil y cada vez más tensa relación con su papá y varios integrantes de la familia, quienes comenzaron a hacer burla de sus preferencias sexuales, pero lo que más le dolió y le deprimió fue que alejaron de ella a los niños, primero a los varones, escuchó decir a una de sus primas, «imagínate que le meta mano a Josué, yo lo mato».

Y después a las niñas, porque ellas cuestionaban el “por qué Edgar usaba vestidos, maquillaje y zapatos altos, como las muchachas mami, ¿Por qué?». Pero para Silvia nada cambió el amor por su hijo, tan es así que hace un año dejaron Nayarit y se fueron a vivir a la Ciudad de México, donde a Romy —como le gusta que le digan—se le dio una magnífica oportunidad de trabajo, sin discriminación ni señalamiento de ningún tipo.

Y aunque les ha ido bien, a Romina hay algo que le lacera el corazón: el no poder darle un abrazo a su papá, «así como cuando era niño, jugábamos, me abrazaba y me decía que yo era su vida. Cuando por fin me animé a decirle que yo soy gay y que prefería las zapatillas a los tenis de fut pensé que él iba a morir. Se paró de la silla donde estaba sentado y me pegó dos veces en la cara, muy fuerte y me dijo que en ese momento morí para él».

“Al día siguiente salí a que me pusieran unas uñas, aún discretas y al lugar al que llegué dos señoras me vieron tan feo que fingí una urgencia y regresé a la casa, sólo para encontrarme con que había cambiado la chapa de entrada y él (mi papá) me dijo por la ventana: ¿Qué haces aquí? esta no es tu casa y aquí nadie te conoce, mucho menos te quieren; te juro que sentí que me moría, me di vuelta y a unas cuadras llegué a casa de mi tía, hermana de mi madre, ella fue un sol, me recibió y me dio su apoyo total, por la noche llegó mi madre con dos maletas, una mía y la otra de ella».

Silvia no abandonó a su hijo, «No tengo por qué, es mi orgullo, es mi sangre, es mi todo y nada de lo que haga hará que yo deje de quererlo», en la plática percibo que ambos, tienen la leve esperanza de que antes de irse (este martes por la noche), puedan ver al padre y esposo, a quien se le diagnosticó diabetes e hipertensión y señaló como culpable a Romina, «por el disgusto que le dio».

Silvia no es la única madre que se siente orgullosa de tener un hijo gay o lesbiana, en el marcha lésbico-gay que se llevó a cabo el pasado sábado, una fila de mamás con mucho orgullo levantaban sus cartulinas donde decían ser madres de alguien que participaba en ese momento, había sonrisas y hasta bailaban, varias de ellas llevaban una playera blanca con el estampado arcoíris, con la cabeza en alto posaron para los medios de comunicación.

Como pocas veces, muchas familias se volcaron a la avenida México para presenciar esta marcha que estuvo muy bien organizada y que llenó de aplausos los lugares por donde iban pasando. Romina dijo que ella nunca ha participado no por vergüenza sino porque no ha sentido ese «gusanito», pero aplaude que se sigan organizando para llevarlas a cabo.

Para finalizar, a Romy y su mamá les ha dolido en el alma conocer historias muy similares a la que ellas aún viven y esperan que un día no lejano, la comprensión pueda unir a familias que hoy están alejadas por la incomprensión humana. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo electrónico juanfechavez@gmail.com

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