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MEDIR LA RIQUEZA PARA COMPRENDER LAS DESIGUALDADES ECONÓMICAS

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David Martínez Mendizabal

Lo que se mide se puede mejorar, reza el lema del Consejo Nacional de Evaluación de la Política del Desarrollo Social, pero sería un equívoco leerlo como la absolutización de las cualidades cuantitativas de los problemas sociales.

El cálculo numérico tiene detrás una complicada elaboración intelectual, que le otorga un sentido que el número en sí mismo no tiene. Sin embargo cuando de la desigualdad se trata, aporta una valiosa información pues nos habla de la distancia entre los polos que se comparan.

Son propias de los seres humanos las diferencias, pero se convierten en un problema cuando da pie a la desigualdad social, porque esta última nos habla de la apropiación dispar de los recursos y posibilidades de sobrevivencia digna en una comunidad humana.

De acuerdo a la más reciente publicación del Coneval –en 2018- las mediciones que ofrece nos ofrecen un panorama, incompleto sí, pero muy valioso, sobre la magnitud de las desigualdades en nuestro país:

· Población indígena pobre: 74.9 %; población no indígena pobre: 39.4%

· Población en discapacidad en condición de pobreza: 48.6%; población sin discapacidad en condición de pobreza: 41.4%

· Población rural en situación de pobreza: 55.3%; población urbana en situación de pobreza: 37.6%

· Mujeres en situación de pobreza: 42.4%; hombres en situación de pobreza: 41.4%

· Menores de 18 años en situación de pobreza: 49.5%; adultos mayores en situación de pobreza: 41.1 %

Esto quiere decir que la pobreza se vive de manera desigual y diversa e incide más en mujeres, en indígenas, en personas discapacitadas y en ambientes rurales.

Medir la desigualdad sirve para atender por medio de políticas públicas la mejor distribución de los recursos del Estado y establece las bases para una mejor distribución de la riqueza producida socialmente, bajo la clásica premisa de no tratar igual a los desiguales.

Por eso llama la atención la álgida polémica que se generó por la propuesta del presidente de Morena Alfonso Ramírez, de medir el patrimonio y la riqueza.

Sabemos que el 48.8% de la población, que asciende a 61.1 millones de personas vive debajo de la línea de pobreza por ingresos, pero no sabemos lo que sucede en el piso de hasta arriba de la pirámide social. Si se entiende que existe un binomio de desigualdad económica entre pobreza y riqueza, es una contradicción medir quienes menos tienen y no a quién más tienen.

Nada que ver con violar la privacidad de la información o el ridículo chisme de que van a entrar a tu casa para ver qué tienes o la temerosa idea del suspiro socialista detrás de la propuesta. El punto de partida para transformar la realidad es saber cómo está y para eso es necesario medir cómo y dónde se concentra la riqueza de las naciones.

¿Y cómo podría hacerse entonces? pues tenemos un buen avance con el estudio realizado por Gerardo Esquivel para Oxfam, denominado «Desigualdad Extrema en México», sólo que con mayor información se podría calcular de manera más fina lo que ocurre en los percentiles más ricos del país en términos de capital y de dinero y así, de verdad, dar un apretón de tuercas a la progresividad propuesta por la teoría de los impuestos. La distribución y redistribución justa del ingreso lo necesita.

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