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LOS ADICTOS QUE NI SU FAMILIA QUIERE

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#SimplesDeducciones

Juan Chávez

En un barrio al norte de Tepic los vecinos enfrentan una singular situación con una familia que ya no saben qué hacer con el “jefe de familia” y dejan la responsabilidad a quienes los rodean. El hombre en cuestión es un adulto mayor adicto a diversos enervantes, no trabaja pero se la pasa viendo cuál casa no cuenta con las protecciones necesarias para ingresar y sustraer lo que sea con tal de venderlo y obtener dinero para sus vicios. O bien recorre las calles para robar algo y así continuar con su vida.

Pero, ¿Qué ha hecho la familia al respecto?, según comentan entre los propios vecinos, sus hijos han hablado con él, lo han llevado a internar a centros de rehabilitación en distintas ocasiones, hasta lo han corrido de la casa y nada de ello ha servido. Los vecinos no sólo de la cuadra donde sigue habitando, sino de varias cuadras a la redonda lo han reportado ante las autoridades pero la respuesta sigue siendo la misma, “no podemos hacer nada”, la negativa ha llevado a la familia a que deje la responsabilidad de lidiar con su esposo y padre a todos, porque cuando reciben un reclamo se deslindan señalando que “nos da mucha pena”.

La situación pudiera parecer aislada pero no es así, a lo largo de varios años he conocido de situaciones similares aunque ha sido con mayor frecuencia de padres hacia hijos, los cuales consumen drogas y se vuelven un sufrimiento para sus familias, quienes son víctimas de su propia sangre, ingresan a robar en su propia casa, a sus mismas familias e incluso atacan a golpes a sus mamás, papás, hermanos y a todo aquel que se le ponga enfrente.

Mayra y Arnulfo son padres de Moisés, Alondra y Gabriel, pero el primero de ellos se convirtió desde hace 8 años en el dolor de cabeza de toda la familia, de sus maestros y del barrio, de extrema pobreza y una casa a medio caerse señalan que Moisés no ha tenido piedad con ellos, “tiene 26 años y aquí ha venido a robar lo poco que teníamos, primero pensamos que con cerrar la puerta de la calle para que no entrara iba a ser suficiente, pero no fue así, quebró el vidrio, abrió, se metió. Arnulfo quiso sacarlo y se agarraron a golpes, se robó el único celular que había en la casa y se fue por un par de días”, me comenta la señora Mayra.

Cuentan que desde ese día viven en zozobra constante, no han podido reponer el vidrio de la puerta y ahora hicieron un hoyo en la pared por donde pasan una cadena con candado, Moisés pasa horas jalando esa cadena y pateando la puerta al grado de que sus hermanos y sus papás no hallan ni cómo ir a la tienda o llevar a un nieto que tienen al kinder, “los reclamos de los vecinos son tan desgastantes como el que Moisés siga yendo a hacer escándalos y de paso robar lo que algún vecino tenga a la mano”.

Cuando me platican estos casos y otros más similares, todos coinciden en que sus familiares, vecinos o amigos que son los principales actores de esta situación a pesar de ser ladrones consumados y haber estado más de dos veces frente a la justicia, ya no son juzgados con la dureza que se necesita y al día siguiente siguen en las calles, molestando y robando a todo aquel que se cruza en su camino, sus familias se han declarado “amarradas de manos” y dicen no poder hacer nada.

De pronto un vecino de Mayra espeta lo que son determinaciones duras pero que a Mayra y Arnulfo no les asombra menos les molesta y que casi todos los familiares esperarían que pase para descansar, “¿acaso voy a tener que matarlo cuando lo halle brincando a mi patio?, ¿de verdad nadie puede hacer nada?”, soluciones en las que no hay vuelta atrás pero que parece ser lo único que les permitirá descansar. Mándame tus comentarios, dudas y sugerencias a mi Facebook Juan Félix Chávez Flores o a mi correo electrónico juanfechavez@gmail.com

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