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JORGE FAUSTO MEDINA VIEDAS

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Rafael G. Vargas Pasaye

 

Mi formación personal, académica y profesional difícilmente se comprendería sin la participación del Dr. Jorge Fausto Medina Viedas, de quien desde que cruzamos diálogo en los pasillos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional, siempre tuve consejos para ser mejor.

Lo entrevisté para mi tesis de licenciatura y desde allí me adoptó, le agradó el tema (“Julio Scherer García. El hombre y su contexto” llevó por título) y me pidió que le llevara los avances para revisarlos a su oficina en la llamada embajada jarocha de la Ciudad de México que no era sino la oficina de representación de la Universidad Veracruzana (UV) donde laboraba como asesor de la misma.

Allí me tocó ver nacer el suplemento CAMPUS, así como también la colección Biblioteca del Universitario de la misma UV, y donde tuve mis primeros careos con el periodismo real. Recibir su indicación para cubrir, armar, diseñar o rehacer una nota, acompañarlo para hacer alguna entrevista (recuerdo una en particular a Carlos Monsiváis rodeado de sus muchos gatos en su casa de la colonia Portales), escuchar la lectura de su columna, revisar algún libro para la cita puntual.

En CAMPUS, debido a su generosidad, por un tiempo me adueñé de la contraportada pese a que ya me había instalado en la oficina de la Dirección General de Bibliotecas del Conaculta, pero todos los miércoles caminaba de la Biblioteca México de Balderas a la calle Morelos donde ya se encontraba Milenio Diario para vivir el cierre de edición y compartir algo del día a día con el Doctor.

Recuerdo que cuando publicaba su columna semanal me llamaba a primera hora para que la comentáramos, antes de la clase de las 7 de la mañana debía tenerla leída, mis alumnos de la Universidad lo recordarán pues en ocasiones les tocaba también comentarla.

Luego vino mi ida a España, necesitaba una carta recomendación para concluir mi trámite, le pedí que me la firmara (él, doctor por la Complutense pensé que sería suficiente), me dijo que haría algo mejor, y le dijo al Dr. José Carreño Carlón quien era egresado de la Universidad de Navarra (donde yo hacía trámites para ingresar al posgrado) que la firmara, y ambos fueron muy generosos; antes de subir al avión el consejo: “no dejes de mandar colaboraciones donde estés” de nuevo me dijo, y así fue.

Al regreso me enrolé en las campañas políticas, y la comunicación con el Doctor fue más telefónica que presencial, nunca nos perdimos la pista, le encantaba saber de estrategias políticas, fino analista siempre daba un buen consejo, recomendaba una lectura, sabía ser leal, y mantenía a flote proyectos como el de CAMPUS y el de los libros que empezó a publicar con la ANUIES.

Vino el 1 de mayo de 2014, su toma de protesta como nuevo Director de Comunicación de la Secretaría de Educación Pública federal (con Emilio Chuayffet como titular), a los pocos días me invitó a formar parte de su equipo, siete meses donde entregamos palmo a palmo nuestro trabajo, esfuerzo y dedicación. De todas las etapas que me tocó convivir con él, sin lugar a dudas esa fue donde más convivimos. No dejó nunca de dar cátedra: “se nota que no estás leyendo”, y yo respondiendo: “¿en qué lo nota Doctor?”, “en tu manera de hablar”. En diciembre de ese mismo 2014 le dije que me invitaban a trabajar al Gobierno de Nayarit, una vez más generoso me dijo adelante, “sabía que serías el primero en irte pero no sabía que iba a ser tan pronto”.

Desde hace meses sabía de su enfermedad, las llamadas y mensajes no se detuvieron, quizá disminuyeron en cantidad pero nunca en afecto. En dos varios viajes a la Ciudad de México le llamé para irlo a visitar, pero me dijo que no, que era mejor así. Entendí que era parte de la despedida.

Esta mañana me escribió mi gran amigo Adrián de la Tejera (quien se quedó en mi lugar en la SEP) para informar lo que presentíamos, sólo por el emisor la mala noticia tuvo algo de confort.

Las esquelas hablarán del que fuera Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, director de Notimex, IMER, RTC, y antes de su fallecimiento de Televisión Educativa, yo prefiero quedarme con el recuerdo del maestro, del amigo, de quien siempre tuvo palabras bellas para su esposa la Maestra Lolis, sus hijos Jorge, Salva y Vanne, para su inolvidable 68 que tanto presumía, para sus tantas lecturas compartidas y por supuesto, otras tantas cosas que agradecerle.

 

@rvargaspasaye

 

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