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EL ESPÍRITU DE LA ILEGALIDAD

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José Enrique Rodríguez Oceguera

El republicanismo es una forma de pensamiento -y práctica política- que busca gobernar por medio de las virtudes cívicas y con clara división de poderes. Aristóteles con su Política (Siglo IV a.C.), Cicerón con su República (53 a.C.), Maquiavelo con sus Discursos a la primera década de Tito Livio (1517) o Montesquieu con El Espíritu de las Leyes (1748) son filósofos acordes a esta forma de pensamiento. Hasta hace poco, en las escuelas de leyes, se consideraba esto como el ideal para las democracias liberales. El que más- menos se pusiera en la práctica no implicaba buscar el ideal correcto, pero, últimamente las cosas están cambiando.

El republicanismo busca combatir los despotismos y es por medio de la formación cívica de los ciudadanos que construye su base de apoyo. A su vez, es el derecho natural su base ideológica. El respeto a la vida, la propiedad, la libertad, la seguridad y brindar educación mínima para toda la población son sus pilares. Para el barón de Montesquieu las preguntas clave respecto al gobierno son: ¿Quién detenta el poder ? y ¿cómo detenta ese poder ? Para evitar la concentración de poder es, por tanto, imperativa para evitar tiranías y abusos de autoridad permanentes que vayan contra los pilares anteriormente mencionados.

En México, con la llegada de la autodenominada Cuarta Transformación, han llegado otros modelos. Ya no es más la virtud republicana el paradigma a seguir, aunque se le invoque diariamente. En realidad es una forma de marxismo: las ideas del filósofo italiano de la primera mitad del siglo XX Antonio Gramsci. ¿Con Gramsci se busca la virtud y el gobierno cívico? Por supuesto que la respuesta es negativa. Atendiendo a las preguntas de Montesquieu se busca concentrar el poder y eliminar, periódicamente, toda oposición, bajo el disfraz de la república y la virtud. La única arena que importa es ganar la batalla ideológica, cada vocablo que se inocula en la mente colectiva es un triunfo ideológico y, como buenos marxistas, la dialéctica impide un respiro. Cada batalla ganada es el principio de la siguiente hasta lograr la total hegemonía.

Resignificar las palabras es parte de esa lucha permanente. En este caso, división de poderes ha pasado de ser un sistema de contrapesos a un sistema colaborativo para ejercer la voluntad popular. La forma tan dispendiosa que el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Saldívar, se refiere al titular del ejecutivo nos advierte y previene de las peores formas de tiranía. El cese, sin eufemismos de renuncia, del ministro Eduardo Medina Mora es un foco rojo que no se debe pasar por alto. En esta batalla ideológica, a la Gramsci, se ha hecho justicia, no se ejerció de manera tiránica el poder. Si el ministro Medina Mora tiene asuntos pendientes con la justicia, desde luego el sistema legal debe poseer los mecanismos para impedir la impunidad, pero en este caso eso no aplica. Los acontecimientos así lo comprueban (el hecho de que era investigado desde el ejecutivo a través de la Secretaría de Hacienda es una prueba de ello).

Politeia es un concepto aristotélico que implicaba tener mínimos puntos en común para convivir como sociedad dada nuestra naturaleza de animales políticos. Esos mínimos puntos son participar de la vida pública y vigilar a los gobernantes. Totalmente lo opuesto al sistema Gramsci, base ideológica de la supuesta Cuarta Transformación. ¿Qué nos espera ahora? Una tiranía. La filosofía política ha sido sabia en ese sentido, no hay sorpresas. La única salida ante ello es la formación cívica de una ciudadanía atenta a ello o una oposición con autoridad moral presta para denunciar los atropellos que se avecinan e intervenir para impedirlos. Ambas cosas no se ven a corto plazo.

Maestro en Políticas Públicas, ITAM
@jerodriguezo

José Enrique Rodríguez Oceguera

El republicanismo es una forma de pensamiento -y práctica política- que busca gobernar por medio de las virtudes cívicas y con clara división de poderes. Aristóteles con su Política (Siglo IV a.C.), Cicerón con su República (53 a.C.), Maquiavelo con sus Discursos a la primera década de Tito Livio (1517) o Montesquieu con El Espíritu de las Leyes (1748) son filósofos acordes a esta forma de pensamiento. Hasta hace poco, en las escuelas de leyes, se consideraba esto como el ideal para las democracias liberales. El que más- menos se pusiera en la práctica no implicaba buscar el ideal correcto, pero, últimamente las cosas están cambiando.

El republicanismo busca combatir los despotismos y es por medio de la formación cívica de los ciudadanos que construye su base de apoyo. A su vez, es el derecho natural su base ideológica. El respeto a la vida, la propiedad, la libertad, la seguridad y brindar educación mínima para toda la población son sus pilares. Para el barón de Montesquieu las preguntas clave respecto al gobierno son: ¿Quién detenta el poder ? y ¿cómo detenta ese poder ? Para evitar la concentración de poder es, por tanto, imperativa para evitar tiranías y abusos de autoridad permanentes que vayan contra los pilares anteriormente mencionados.

En México, con la llegada de la autodenominada Cuarta Transformación, han llegado otros modelos. Ya no es más la virtud republicana el paradigma a seguir, aunque se le invoque diariamente. En realidad es una forma de marxismo: las ideas del filósofo italiano de la primera mitad del siglo XX Antonio Gramsci. ¿Con Gramsci se busca la virtud y el gobierno cívico? Por supuesto que la respuesta es negativa. Atendiendo a las preguntas de Montesquieu se busca concentrar el poder y eliminar, periódicamente, toda oposición, bajo el disfraz de la república y la virtud. La única arena que importa es ganar la batalla ideológica, cada vocablo que se inocula en la mente colectiva es un triunfo ideológico y, como buenos marxistas, la dialéctica impide un respiro. Cada batalla ganada es el principio de la siguiente hasta lograr la total hegemonía.

Resignificar las palabras es parte de esa lucha permanente. En este caso, división de poderes ha pasado de ser un sistema de contrapesos a un sistema colaborativo para ejercer la voluntad popular. La forma tan dispendiosa que el ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Saldívar, se refiere al titular del ejecutivo nos advierte y previene de las peores formas de tiranía. El cese, sin eufemismos de renuncia, del ministro Eduardo Medina Mora es un foco rojo que no se debe pasar por alto. En esta batalla ideológica, a la Gramsci, se ha hecho justicia, no se ejerció de manera tiránica el poder. Si el ministro Medina Mora tiene asuntos pendientes con la justicia, desde luego el sistema legal debe poseer los mecanismos para impedir la impunidad, pero en este caso eso no aplica. Los acontecimientos así lo comprueban (el hecho de que era investigado desde el ejecutivo a través de la Secretaría de Hacienda es una prueba de ello).

Politeia es un concepto aristotélico que implicaba tener mínimos puntos en común para convivir como sociedad dada nuestra naturaleza de animales políticos. Esos mínimos puntos son participar de la vida pública y vigilar a los gobernantes. Totalmente lo opuesto al sistema Gramsci, base ideológica de la supuesta Cuarta Transformación. ¿Qué nos espera ahora? Una tiranía. La filosofía política ha sido sabia en ese sentido, no hay sorpresas. La única salida ante ello es la formación cívica de una ciudadanía atenta a ello o una oposición con autoridad moral presta para denunciar los atropellos que se avecinan e intervenir para impedirlos. Ambas cosas no se ven a corto plazo.

Maestro en Políticas Públicas, ITAM
@jerodriguezo

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