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EL DEMASIADO MARKETING

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Rafael G. Vargas Pasaye

 

Hay una extraña sensación en varias de las piezas publicitarias que consumimos a diario por alguno de los canales y medios de comunicación con los que voluntaria o involuntariamente tratamos, una sensación digamos de vacío.

 

Ello porque seguimos escuchando que este sorteo de la lotería tenemos todas las posibilidades de ganar y, sin embargo, luego de adquirir el billete no alcanzamos ni el reintegro; o bien que la crema reductora de masa corporal será la solución de todos los males (en esa área) pero los resultados son invisibles cuando mejor nos va.

 

Tenemos demasiado marketing alrededor bombardeando nuestro cerebro, entrando a nuestra intimidad por el teléfono, metiéndose a nuestra casa por la televisión, el radio, y por supuesto el internet; pero hay otras pantallas que también nos perciben y nos inundan; ya en el banco, en el transporte público, en el cine, en plena vía pública, el homo videns de Sartori parece quedarse corto.

 

No por nada Zigmunt Bauman hablaba desde hace años de una sociedad líquida, donde no existen bases sólidas que ayuden a sostener los preceptos, las ideologías, el amor mismo.

 

Por eso no es de extrañar que en el mundo de la política, que conlleva buena carga de marketing con los partidos y los gobiernos, también por momentos parece que hay mucho marketing pero poco contenido, muchas luces y parafernalia pero poco que analizar, que proponer, que debatir.

 

El ariete de la participación se vuelve una arena donde los insultos no dejan espacio para el intercambio real, ahora se busca tener la razón a toda costa, por encima de todo, la lógica de que somos mayoría es casi una fórmula sine qua non de que tengo la razón y no es necesariamente así.

 

La individualidad y la dinámica que conllevan los tiempos modernos donde se busca a toda costa brillar por encima de los demás, tiene consecuencias dañinas en lo grupal, pues con tal de dejar en claro que el líder tiene la razón, es capaz de tomar decisiones erradas para el beneficio colectivo, y no sólo en obras públicas, sino de formación y efectos colaterales a mediano y largo plazo.

 

¿Qué es lo deseable?, que el marketing moderno conlleve también un alto grado de veracidad, sobre todo en lo que refiere a gobiernos y partidos, de lo contrario corremos el riesgo de que toda mentira sea pasada por alto y aceptada sin más (práctica muy común en campaña electoral).

 

Todavía tenemos la capacidad de rechazar lo que no contenga mayor solidez en su concepción, esto es que los castillos del aire debemos destruirlos desde el inicio, al igual que aquellos que argumentan solamente en contra de los demás y nunca a favor de ellos o del grupo. La intolerancia es aquí un factor central que debemos empezar a medir para expulsarlo en cualquiera de sus modalidades. Necesitamos pues más filosofía, más historia, más ciencias y tal vez un poco de menos marketing.

 

@rvargaspasaye

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