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DE LAS COMUNIDADES SOCIALES A LAS COMUNIDADES VIRTUALES

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​​​​​​José Luis Flores Torres

Las palabras tienen significados, señala el filósofo polaco Zygmunt Bauman, pero algunas palabras producen además una sensación. La palabra comunidad es una de ellas. Produce una buena sensación: sea cual sea el significado de comunidad, está bien tener una comunidad, estar en comunidad.

Interesante el planteamiento de Bauman al señalar que las palabras, además de estar vinculadas a significados concretos, la mayoría de las veces evocan sentimientos, sensaciones, emociones y recuerdos. En el caso del sentido de comunidad, este empata con la idea de lo colectivo en una dicotomía en donde tiene cabida tanto lo que me pertenece como lo que pertenece a todos. Y es aquí en donde, siguiendo al propio Bauman, se puede señalar que quien vive en comunidad gana en seguridad, pero canjea algo de su libertad en aras de la consecución de los objetivos comunes.

La comunidad social es, además, representación del espacio en el que puedo ser y a donde pertenezco. Y es que tal comunidad es un espacio simbólico, pero también físico, concreto, que, evoca una sensación y una posibilidad para la construcción del arraigo, la identidad y, en el mejor de los casos, el intercambio de capital social.

En tal sentido, tal parece que el conflicto hoy en día, en el contexto de la sociedad red, es que el concepto comunidad social parece estar muy alejado de la manera en la que se vive en las grandes ciudades. Es decir, se genera la impresión de que todo apunta a que la vida en las grandes urbes implicaría la revocación de las sensaciones asociadas al concepto comunidad.

En tal escenario, todo apunta a que el precio que hay que pagar por la modernización es la supresión del sentido de lo comunitario que se sustituye por el egoísmo de una suerte de identidad que transita de lo individual a lo colectivo, pero que, en esencia, estaría forjando ciudadanos poco comprometidos con el conglomerado social. Es decir, siguiendo a Bauman, se estaría perdiendo la seguridad de sentirse cobijado por la vida comunitaria, pero se gana en libertad.

No obstante, una de las características de la sociedad red, ampliamente vinculada con las nuevas tecnologías digitales, es que, de acuerdo con autores como Byung-Chul Han, tal sentido de la libertad es una mera ilusión. Y no solo eso, sino que, siguiendo al mismo autor, esa supuesta libertad llevaría implícita su contraparte, pues es en realidad una gustosa atadura (que divierte y al mismo tiempo dopa) ya que la libertad y la comunicación ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales.

De igual manera es claro que los objetivos de la sociedad red, apuntan hacia la constitución de un modelo distinto de colectividad. Se trata de las llamadas comunidades virtuales, las cuales son definidas por Howard Rheingold, como agregados sociales que surgen de la red cuando una cantidad suficiente de gente lleva a cabo discusiones públicas durante un tiempo suficiente, con suficientes sentimientos humanos para formar redes de relaciones personales en el espacio cibernético.

Así, en el tránsito de las comunidades sociales a las comunidades virtuales, habría que entender a estas últimas, a partir de la manera en la que las conceptualiza Howard Rheingold, como entornos en línea en donde es fundamental la participación y el sentido de las relaciones sociales que aportan este tipo de colectividades, basadas en sentimientos de fraternidad, empatía y solidaridad, con un considerable impulso por compartir de manera constante, mediante comentarios, charlas, narrativas, tiempo, vinculación, interés, etc. generados en metaespacios situados en la red.

Estos metaespacios (simbólicos y físicos) en tal caso tendrían que convertirse en escenario en donde pudieran germinar nuevas formas de identidad ligadas al mismo tiempo a lo personal y a lo comunitario, transitando de lo local a lo global, con formas de comunicación que trasciendan lo interpersonal y que apelen a lo transcultural, en un entorno de respeto y solidaridad.

Es decir, estas nuevas formas de colectividad también tendrían que estar en la construcción de su propio entorno ecológico, teniendo como escenario la construcción de un contexto en el que se pueda forjar e intercambiar el capital social en el que existan los suficientes lazos de confianza que permitan a su vez la constitución de redes de colaboración y solidaridad que apunten al mejoramiento en la vida de sus integrantes.

Es así que la vida en comunidad (social o virtual), entendida como espacio real o como una mera aspiración, no es viable al margen no solo de la comunicación sino de la participación y la acción que se habrá de generar a partir de la interacción forjada en el mundo on u off line. Es decir, en este tránsito de las comunidades sociales a las comunidades virtuales, las formas de comunicación e interacción que habrán de construirse deberían servir forzosamente al fortalecimiento de la vida en comunidad, aspirando a la consolidación de una vida más justa, con objetivos claros que guíen los esfuerzos de todos: lograr el bien de la colectividad.

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