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CROMOSOMAS XX

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#ConSentidoComundeMujer

María Esther González Aguilar

En un ambiente polarizado, de marcada intolerancia y altamente sensible a temas como igualdad, equidad, libertades y derechos; se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Los previos y controversiales movimientos feministas en demanda de justicia, freno a la violencia de género, atención oportuna a los abusos, ataques, violaciones, trata y feminicidios; son también resultado de un sistema construido con estereotipos, prejuicios, con prevalencia de una cultura patriarcal y una estructura social selectiva, impositiva, jerárquica, excluyente, fascista, racista, que segrega, estigmatiza, sataniza y victimiza.

En medio de todo el panorama, trascienden experiencias de mujeres que aún en pleno siglo XXI, crecen en entornos nada favorables que limitan o frenan su desarrollo humano y social, al no tener las mismas oportunidades y se les niega la posibilidad de gozar de igualdad, equidad, libertad y ven limitado su derecho a tomar sus decisiones. Son vivencias que como sociedad duelen. A continuación describo dos casos de mujeres, como ejemplos de porqué los movimientos feministas pueden brindar justicia. Por razon de espacio las narrativas son breves ¡van!

El primer caso, es en el ambito profesional de una mujer con grandes cualidades y capacidades, con alta preparación academica y un perfil profesional adecuado, factores que no fueron suficientes ni determinantes para cuando: al quedar acéfala la coordinacion de estratégica área de una empresa, la alta dirección comunicó al personal la necesidad de cubrir la vacante, por lo tanto, se inició la búsqueda de la persona *idonea*. La mujer “levantó la mano” para postularse bajo el argumento de tener el perfil, que quería, podría, y tenía antigüedad así como mucha experiencia. La respuesta por parte de la gerencia casi de inmediato fue negar la designación para el cargo bajo la justificación de “que va a pensar y decir Francisco…”. La profesionista, refutó tales argumentos y palabras mas, palabras menos expresó: “digame que no soy profesional, responsable, que no reúno los requisitos, es más, que no es de interés de la empresa, que no quiere…pero no diga, que no se me puede nombrar coordinadora solo por lo que va a pensar o decir un compañero”.

El segundo caso, es la dolorosa experiencia de una mujer que desde temprana edad, con frecuencia escuchó en su entorno familiar, la disposición paterna de solo concluir la educación primaria o cuando más nivel secundaria. La patriarcal decisión basaba su justificación en que: por su condición de mujer, su casi único destino era contraer matrimonio, por lo que se le *condenó* primero, a apoyar actividades domésticas y atender a los varones de la casa; y al casarse dedicar *en cuerpo y alma* al cónyuge y los hijos. Gracias al apoyo y complicidad de otras mujeres -madre y abuela- la protagonista, cursó el bachillerato. Se graduó con honores de licenciatura y curso otros niveles hasta obtener posgrados con resultados sobresalientes y recibir cum laude.

Ambos casos, son ejemplos de la falta de igualdad, equidad, justicia variables por las que luchan los movimientos feministas para incidir en un cambio cultural y social. ¡Es cuanto!

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