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CREAR ESPACIOS COTIDIANOS LLENOS DE ARMONÍA: BREVE HOMENAJE A “MIKE” ROSALES

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Enrique Hernández Quintero

Hoy en el planeta hay una preocupación en el mundo laboral. El verbo conciliar se ha puesto de moda porque los congresos y los gobiernos aprueban leyes y reglamentos para que el trabajo no afecte la vida personal, para que el horario de entrada y de salida no riña con los anhelos de los trabajadores y su derecho a vivir la vida.

En muchos países, el horario de entrada y salida se establece en función de los intereses y anhelos muy particulares de cada empleado. Si le gusta o no dejar a sus hijos en la escuela o si es de los que prefiere hacer deporte antes de ir a la oficina.

Con ese mismo espíritu proteccionista la hora de comer puede extenderse si el asalariado es de los que gusta de la muy española y mexicana costumbre de dormir siesta. En este supuesto, se le concede la prerrogativa de tener dos horas para salir del trabajo.

Este entorno de cambios legislativos no hace sino confirmar la idea del trabajo como una amenaza, como una pesadilla que hay que sufrir 40 horas por semana, como una pesada antesala para llegar al paraíso del viernes por la noche.

Quienes están modificando las leyes laborales en mundo no conocen a “Mike” Rosales.

No saben que hay personas afortunadas a las que el destino les ha deparado un puesto de trabajo totalmente coincidente con su vocación. Ni entienden que se puede hacer del espacio laboral un segundo hogar y que los compañeros de la semana inglesa llegan a ser una familia alternativa.

No pueden concebir que el quehacer diario se puede disfrutar tanto que se desdibujan las barreras del horario y que uno puede ser feliz a las 10 de la mañana, a las 6 de la tarde o en los convivios que se prolongan hasta la madrugada con las mismas personas.

Y claro que hay causas para que cuando evoquemos a “Mike” Rosales lo imaginemos siempre sonriente, siempre amable, siempre saludador, siempre bromista.

Tiene una fortuna que hoy pocos tienen o van a tener. Vivimos en la era en la que los recién egresados no viven donde trabajan. La era de la emigración por razones de subsistencia. A “Mike”, a mí y a muchos de nosotros nos tocó la fortuna de trabajar donde vivimos.

“Mike” es un tepicense a toda prueba. Aquí vivió siempre, desde la época de la Leyva y la Madero, hasta la Normal Superior. Miguel Ángel Rosales Aguayo no sólo vive donde trabaja. Ojo. Sabe vivir. Es músico y le gusta rodarse de ambientes muy disfrutables para el oído. Es un respetado melómano.

Además es chef y un chef generoso, nada egoísta. Comparte viandas y recetas por igual. Pocos como él para cocinar. La moraleja que nos regala “Mike” y su estilo de vivir la vida es simple: al igual que nuestro recientemente ido el siempre recordado Bernardo Macías y nuestro amigo MAC.

Que nada ni nadie nos amargue, que la política no nos confronte, que los sexenios no nos cambien, que los amigos son para siempre y que uno mismo debe crearse espacios cotidianos llenos de armonía.

Siendo así es fácil entender su semblante pacifico cada mañana antes de las 9 caminando en el centro de la ciudad. Siempre se le percibe tranquilo, con el rostro a punto de regalar una sonrisa a los demás transeúntes y con el chaleco que distingue a los fotógrafos.

Desde 1952 es un tepicense feliz, muy feliz, por encima del promedio y con muchísimos amigos, más que el promedio también. Es un líder de los suyos. Ha presidido dos organizaciones de periodistas, una de las cuales fundó.

Para mí es un honor ser testigo de este sincero homenaje de su familia y sus amigos, que son lo mismo, en este espléndido sábado de otoño.

Felicidades Mike por lo mucho que hemos aprendido de ti

Palabras pronunciadas en la inauguración del Torneo de Futbol Rápido “Martín Martínez Haro” que este año rinde homenaje al fotógrafo Miguel “Mike” Rosales Aguayo.

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