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ASEGURAR EL VOTO

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Rafael G. Vargas Pasaye

 

Ningún voto es seguro. Bajo esa premisa puede usted seguir leyendo este texto. Y es que si el candidato o candidata de su preferencia piensa que por haber saludado a cien personas en una jornada normal, ya tiene de facto cien votos, está por decir lo menos, muy equivocado.

 

Los especialistas llaman voto duro al más bajo de los resultados históricos entre varias elecciones, digamos que en esa ocasión por razones diversas que van desde la persona postulada hasta el contexto, el resultado fue poco en comparación a otros, pero ese es el piso, de allí para arriba se debe construir. Pero de nuevo, el voto duro no debe contarse como algo ya ganado per se.

 

El voto duro debe asegurarse con los métodos y mecanismos de cada partido, máxime en una competición convulsa como la que vivimos en México, donde algunos políticos cambian de siglas de elección a elección. Dejando mal parados los estatutos y valores que se supone defendían.

 

La captación de posibles votantes se da por diversas vías. Desde las tradicionales, casa por casa, donde se da a conocer la propuesta y se obsequia algún utilitario permitido por el marco legal hasta los que se logran captar por los avances de la tecnología. Sin embargo, es necesario subrayar que hay momentos donde algunas personas cambian su intención de voto, si es que ya la tienen, u otros donde estaban indefinidos y hubo un punto de quiebre que los hizo decidir por alguna opción.

 

En ocasiones puede ser un evento, una noticia, un debate (o lo que pasó en él), el rumor al por mayor, como también lo pueden ser cosas inverosímiles para otros como una canción o un personaje con el que el candidato o candidata se ha rodeado, para bien o para mal.

 

Las llamadas metas electorales sirven para llevar orden en la campaña, para que los muchos participantes salgan a la calle a “tocar” a ese elector que emitirá su sufragio el domingo 1 de julio. Y en esa medida cumplir con un trabajo de campaña que se vea reflejado en la jornada electoral.

 

El reto que viene ahora para todos los cuarteles de campaña, desde los presidenciales hasta la alcaldía o distrito más pequeño en disputa, es encontrar la fórmula mágica para convertir esa intención del voto que los ciudadanos han expresado desde la comodidad de su hogar en diversas formas (encuestas, llenado de formatos, llamadas) en un sufragio efectivo.

 

En convertir la intención en boleta tachada. En ese traslado a la casilla que no siempre está cerca y soportar el inclemente sol, las filas y todavía así tener el humor de votar y de hacerlo por sus opciones favoritas. Es sabido que hay un porcentaje de votantes que cambia su decisión en la misma fila en función de lo que escucha, ve, percibe en esos minutos en la casilla.

 

Quizá más de uno no vote por razones diversas que van desde el acto de protesta en sí hasta la pereza por no salir de casa y disfrutar de los partidos de futbol del Mundial (por cierto ¿por quién tendrían la intención de voto los cerca de 40 mil mexicanos que andan en Rusia y no emitirán sufragio?).

 

Es tiempo de asegurar el voto. Se terminan las campañas y llega la jornada electoral que entre todos construimos y, por tanto, no vale descalificar. Se gane o se pierda, el resultado debe respetarse.

 

@rvargaspasaye

 

 

 

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